Aquí no nada más se viene a comer, también se viene a ser parte de la historia. Entrar a La Casa del Pavo significa cruzar una línea del tiempo que te regresa a mediados del siglo pasado, a una lonchería de barrio sin más pretensión que la de saciar el hambre de los comensales con platillos caseros de gran sazón.
La Casa del Pavo: 117 años de tradición
Y cuando decimos que La Casa del Pavo te regresa a mediados del siglo pasado, la sentencia es literal. El lugar parece sacado de una escena del cine de oro mexicano. El sabor de la nostalgia se mantiene incólume en la plancha cochambrosa donde preparan las tortas, en los mosaicos amarillos que horrorizarían a cualquier diseñador de interiores, en los bancos desvencijados de la barra y en ese antiguo menú que cuelga en la pared como marquesina de cine que anuncia los grandes estrenos.

No importa cuántos pedidos haya, tu orden siempre estará a tiempo
Pero ese es justamente el gran encanto de este lugar que presume haberse fundado en 1901 (aunque probablemente muchos pensarán que necesita una remodelación), porque en medio del efervescente auge gastronómico de CDMX, donde cada semana abren nuevos restaurantes, La Casa del Pavo se mantiene vigente con una propuesta de comida rica, sencilla y honesta.
¡Acá las tortas!
Pero, “a lo que te truje, Chencha”. La especialidad de la casa es el pavo (quién lo hubiera imaginado, ¿verdad?). Lo puedes probar con mole poblano, en un consomé especial con su aguacatito (en plato o en taza, por si nunca has probado el caldo de pavo y primero quieres tantear su sabor), en tacos o en una torta.