Muchas cosas han cambiado del periodismo que se hacía en 1950 al que se hace en 2018 (el lenguaje, las herramientas de trabajo y las plataformas de difusión, por ejemplo); sin embargo, hay algo que al parecer siempre estará vigente: la tentación de prostituir el oficio periodístico a los intereses del poder, de manipular la información (“orientarla”) para favorecer o perjudicar a personajes de la vida pública. Este es el hilo conductor sobre el que se desarrolla A ocho columnas.

La obra transcurre en la sala de espera del director de El Mundo (“El mejor periódico de México”). Ahí convergen las dos caras de la moneda: por un lado, vemos el entramado de complicidades que se teje entre los directivos del periódico y un influyente diputado; por el otro, presenciamos la dignidad y la ética inquebrantable de un joven y cándido reportero que está a punto de publicar su primer trabajo firmado, y a quien pretenden utilizar para sus triquiñuelas.

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A ocho columnas, una obra redonda

La dirección de Fernando Bonilla es impecable y de una hechura muy fina. Mantener la obra en la década de 1950 es un gran acierto, al igual que el tono de los personajes, que invariablemente nos remiten a la época de oro del cine mexicano, pero sin caer en la farsa. Y todo esto sustentado en el texto original de Salvador Novo de 1956, el cual tiene una agudeza cómica y estilística deliciosa, con diálogos que pueden parecer largos, pero que están perfectamente estructurados, no les sobra ni les falta ni una coma.

El trabajo actoral también es de aplaudirse, y la construcción de los personajes es extraordinaria. Sophie Alexander Katz como siempre hace un gran papel ―cualquier obra donde veas su nombre es garantía―, esta vez como una connotada columnista de sociales; lo mismo que José Carriedo (el novel reportero); Pedro de Tavira (el amigo desvergonzado y trepador), quien además tiene un notable parecido con un personaje de la política actual; Alondra Hidalgo (la secretaria del director); Arnoldo Picazzo (el diputado engreído); y Luis Miguel Lombana (el jefe de información).

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Destacan igualmente los elementos técnicos: escenografía, vestuario e iluminación (esta última con un bello juego de luces y sombras) están al servicio de la obra y logran sin problema que el espectador se sumerja en la nostalgia de la época.

Si bien A ocho columnas es una obra de otro tiempo, eso no significa que no esté vigente; además, representa una gran oportunidad para ver otro tipo de teatro, uno con un ritmo distinto al que estamos acostumbrados, pero con una calidad indiscutible. No lo pienses mucho para ir a verla, porque ya le quedan muy pocas funciones.


A ocho columnas
Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque. Campo Marte s/n, Chapultepec Polanco.
Lunes y martes 20:00 h.
Hasta el 6 de agosto.
Costo: $150. 50% de descuento a estudiantes, maestros e INAPAM.

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Escrito por Jonathan Aguilera

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