Nanette, el especial de Netflix creado por la comediante australiana Hannah Gadsby, más que un show de stand up —que lo es, con todas las reglas del género—, es sobre todo una denuncia contundente contra la intolerancia y la discriminación. No recuerdo un discurso tan brillante y conmovedor desde el célebre “I have a dream” de Martin Luther King. Y no exagero, la causa es de la misma magnitud y el mensaje es igualmente poderoso.
Nanette, un implacable mensaje contra la intolerancia
La comediante australiana comienza su show como cualquier stand up: se coloca como el centro de las burlas mientras cuenta chistes sobre las anécdotas que vivió antes de salir del clóset (las innumerables ocasiones en las que la confundieron con un hombre por su aspecto “masculino”, por ejemplo). Pero también explica el contexto en el que transcurrió todo esto: Hannah nació en la isla de Tasmania, Australia, una localidad profundamente conservadora donde la homosexualidad era un delito hasta 1997, y donde el 70 % de la población estaba de acuerdo con ello.

Hannah Gadsby durante la presentación de Nanette
Los chistes de Hannah tocan también a la comunidad lésbica —my people, dice irónicamente—, pues asegura que nunca se sintió identificada con el extravagante estilo de vida de quienes participaban en los desfiles del orgullo gay. Así continúa su monólogo hasta que sorpresivamente anuncia que va a dejar la comedia, pues asegura que ya no se siente cómoda haciendo chistes de autocrítica. Y remata: “¿Saben qué significa la autocrítica para alguien que ya de por sí está marginada? No es humildad, es humillación”.
“¿Sabían que los hombres y las mujeres tienen más cosas en común de las que no? Hombres y mujeres no son diferentes, los perros son diferentes”. Hannah Gadsby